el mundo | Los microrrelatos
Se respira una atmósfera de acontecimiento histórico. El señor K. En hizo una muestra individual en la serie Projects del MoMA e implementó la beca Kuitca que implica su asesoramiento personal, espacio de liquida y dinero para materiales.
Se ha dicho poco de la manera en que la creatividad aparece en tales circunstancias, cuando mujeres cuchillo del cierre pende artículos la cabeza viagra cronista. De un golpe para, sin misericordia, penetraste mi vagina.
Pablo Escobar ni siquiera se inmutó y empezó a contarnos en forma animada cómo hacía su gente para contrabandear cocaína hacia los Estados Unidos de América. Quiero volver al cielo.
La crónica es política. Imposible suplantar sin pérdida a quien vivió la experiencia. En sentido estricto, los que mejor conocieron el horror fueron los muertos o los musulmanes, como se les decía en los campos de concentración a los sobrevivientes que enmudecían, dejaban de gesticular, perdían el brillo de la mirada, se limitaban a vegetar en una condición prehumana.
Sólo los sujetos física o moralmente aniquilados llegaron al fondo del espanto. La empatía con los informantes es un cuchillo de doble filo. En muchos casos, el sobreviviente o el testigo padecen o incluso detestan hallarse al otro lado de la desgracia: «Ésta es precisamente la aporía ética de Auschwitz», comenta Agamben: «El lugar en que no es decente seguir siendo decentes, en el que los que creyeron conservar la dignidad y la autoestima sienten vergüenza respecto a quienes las habían perdido de inmediato».
De acuerdo con Agamben, el testimonio que asume estas contradicciones depende de la noción de «resto». La crónica se arriesga a ocupar una frontera, un interregno: «Los testigos no son ni los muertos ni los supervivientes, ni los hundidos ni los salvados, sino lo que queda entre ellos». Aparte de las intenciones, el otro aspecto de los simbolismos consiste en las posibles interpretaciones que se desprenden de los hechos, y aquí hay que poner una alerta en contra de la moralina y de las predicaciones.
Ay del cronista que pretenda derivar una moraleja de su historia. Cualquier historia sucumbe si se la salpica con polvos como la superación humana, el ejemplo de vida o la tragedia inmarcesible. Con respecto al trasfondo de la narración, oigamos a Alberto Salcedo Ramos: «Mi Nirvana no empieza donde hay una noticia sino una historia que me conmueve o me asombra.
Una historia que, por ejemplo, me permite narrar lo particular para interpretar lo universal. O que me sirve para mostrar los conflictos del ser humano». Intermedio De una situación sólo veo la apariencia, de ésta sólo un destello, y aun de ello un mero contorno.
En esta fecha estoy inmerso en la preparación de esta antología de la crónica latinoamericana del siglo veintiuno. Son las cuatro de la tarde y faltan seis horas para que se inicie el rescate de los 33 mineros de la mina San José, en Chile, sepultados desde hace 69 días.
CNN transmite en directo. Se respira una atmósfera de acontecimiento histórico. Todos hacemos fuerza porque este milagro de volver vivos desde casi setecientos metros dentro de la Tierra se cumpla a plenitud Una forma brutal de la vieja ley que enunció Wilde —la naturaleza imita al arte—: la fatalidad, oscura o luminosa, se anticipa a la literatura.
La crónica como arte Hoy en día, la crónica latinoamericana es un género autónomo, con su propio territorio que tiene tratados de límites —o de ilímites—, por un lado, con la información neutra del periodismo establecido y, por otro lado, con la literatura.
Julio Villanueva Chang se da —y nos da— gusto citando al casi infalible, al siempre agudo Walter Benjamin, que acertó señalando nuestra patética, progresiva e irremediable pérdida de memoria: «Nos hemos hecho pobres. Lo actual es la moneda corriente, pero tener tiempo sigue siendo la gran fortuna». Se suele ver a un entrevistado en los lugares de siempre: la oficina, un restaurante, la sala de su casa.
No hay noticias, sólo comunicados. Y descubrir se ha vuelto escandalizar. Reportear se ha convertido sobre todo en entrevistar. La prensa quiere imitar a la televisión. Si es una virtud consagrada publicar una noticia a tiempo, el problema es que el tiempo justo para publicarla no lo dicta la incontestable autoridad de un reportaje, sino la desesperación de ganar a los telediarios y periódicos de la competencia.
Sólo queda tiempo para actuar en apresuradas entrevistas de un sólo acto. Pero no queda tiempo para entender en verdad el drama completo. Menos para traducir, por medio de una historia, su significado. Dice Juan Villoro: «El siglo veinte volvió específico el oficio del cronista que no es un narrador arrepentido. Y añade: «Algo ha cambiado con tantos trajines.
El prejuicio que veía al escritor como artista y al periodista como artesano resulta obsoleto. Una crónica lograda es literatura bajo presión». Leila Guerriero lo dice así: «No creo en crónicas que no tengan fe en lo que son: una forma del arte».
Que sea un arte tan vivo y en plena expansión conjeturo que se debe a dos factores: el primero es el respeto por el lector y el segundo es el papel de lo insólito, mejor, del asombro como ingrediente central de la crónica latinoamericana actual. En cuanto al respeto por el lector, éste se manifiesta con el horror a ser aburridos que tienen estos escritores. Benditos sean. Los buenos periodistas literarios nunca se olvidan de ser entretenidos. El estilo y la estructura entretejen la historia y la idea de forma atractiva.
El lector te permite lo que sea, incluso que le mientes la madre, incluso que seas soberbio, pero no que lo aburras. A mí me parece que un buen prosista es, en esencia, un seductor, una persona que te atrapa irremediablemente con lo que escribe.
Para Salcedo Ramos, «el reto que tenemos no es inventar lo sorprendente sino descubrirlo. Mi nirvana no empieza donde hay una noticia sino donde avisto una historia que me conmueve o me asombra». Lo dicho por Salcedo Ramos tiene un significado trascendental. Un cambio de esencias. Se ha transformado el arquetipo.
El arquetipo ya no es la noticia sino lo asombroso. Ya no es la noticia sino lo asombroso. No son frases. Me consta. Martín Caparrós identifica con una palabra la base de este fenómeno afortunado: «Así escribieron América los primeros: narraciones que partían de lo que esperaban encontrar y chocaban con lo que se encontraban.
Lo mismo que nos sucede cada vez que vamos a un lugar, a una historia, a tratar de contarlos. Ese choque, esa extrañeza, sigue siendo la base de una crónica». En suma, la crónica como obra de arte es alérgica al aburrimiento, es fruto de la inmersión en el mundo de cronistas con una voluntad de estilo, es una artesanía de la palabra, posee un sentido de la eficacia de las técnicas, de los ritmos, del orden que se le confiere a los hechos.
En ella hay una voluntad de estilo. Esa identidad propia —que aparece en el universo autónomo de excelentes cronistas que hay hoy en América Latina y que se puede fijar mirando las revistas mencionadas— también tiene sus propios comunes denominadores. Dije «excelentes cronistas» y me gusta la expresión porque, sin necesidad de redundancias políticamente correctas, abarca todos los sexos. Excelente cronista puede ser una mujer, y un hombre también puede ser, sin cambiarle ni una letra, excelente cronista.
Y en el caso que nos ocupa, vale destacar que, en el periodismo narrativo latinoamericano de hoy, existen cronistas excelentes entra ellas y ellos. La gente ya no compra diarios para informarse. Los compra para entender, para confrontar, para analizar, para revisar el revés y el derecho de la realidad.
Algunas revistas que circulan en Internet, algunos blogs, son terreno en donde la crónica comienza a prosperar. Lo primero: es alta la carga poética de muchos de los textos de la nueva narrativa periodística.
Y cómo es, Miguel, le preguntamos. Respuesta de Miguel: un tornillo y un casete de chamamé». Poesía como lo que ocurre en Casa blanca, la prisión mixta de Villavicencio, Colombia: «Allí viven 1. Decenas de presos han logrado conseguir novia en ese breve momento, cuando las mujeres caminan sin permiso para detenerse».
Esas visiones bastan para encender el amor entre varias parejas que se han encontrado allí. Hay ocasiones, también, en que el poema hace suyo un tema típico de la crónica, los terremotos, los desastres naturales. Había perdido las uñas Movía de un lado a otro los desechos en vano. Los vecinos repetían que descansara, Que comiera, que bebiera agua. Pero el hombre seguía cavando boca abajo En la oscuridad como un topo.
Alguien me dijo en un bar que escribiera Un poema sobre el terremoto en Haití. La historia lo ha probado: La poesía no puede arrebatarle bebés a la muerte.
Ni un hueso. Ni siquiera un zapato. Periodismo en primera persona El testimonio resulta, al final, una verdad marcada por una manera de ver o no ver lo que se le presenta.
Este relativismo legitima estilos de periodismo que ya tienen un nombre y una historia. Entonces se convierte en periodismo —periodismo gonzo, lo llaman— el testimonio de quien ha vivido situaciones gracias a roles que se impone. Así el cronista cuenta el día en que fue mesero o torero o cuentachistes o minero o policía o vendedor ambulante o etcétera, largo etcétera.
Si vamos a ser estrictos, en ese nuevo rol del cronista hay algo que no es rigurosamente cierto. La fidelidad con la verdad nace a partir de ahí. A veces, en su fase investigativa, la crónica impone que el hallazgo de la verdad sea posible gracias a una mentira. Estas inmanencias fueron provocadas por los editores de Etiqueta negra y en ellas se nota, precisamente, la manera tan determinante como han influido las grandes revistas de crónica en la conformación del estilo y del universo mental de la narrativa periodística latinoamericana de hoy.
Trabajo para valientes Es natural que la posición del cronista se endurezca. Sin embargo, el 26 de agosto del mismo año, Martínez escribió su columna de opinión en El Faro, el diario salvadoreño donde colabora con el título de «Nos vemos en la próxima masacre de migrantes»: No comprendo la algarabía que se ha desatado por los 72 migrantes asesinados en México por Los Zetas.
Supongo que se debe a la cantidad de cuerpos apiñados, a lo explícito de la imagen del rancho en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, casi en la frontera con Brownsville, Texas. Otros yacen apiñados, unos sobre otros, en las partes donde el gusano se engorda. No comprendo la algarabía que se ha desatado por la masacre de tantos migrantes.
No comprendo la algarabía de tanto medio tan grande. Los políticos, los de México, de Centroamérica, de Brasil, de Ecuador, han salido urgidos a sentarse en sus sillas de conferencia de prensa, ante aquellos medios, para luego salir en portada. Eso sí, no cualquier político.
Son jefes de departamentos, de institutos, de organismos. Son, incluso, los mismísimos presidentes de esos países los que han dicho, como dijo el de México, que los autores de la masacre de San Fernando son unas «bestias». No comprendo tanta algarabía de tanto político tan importante.
No lo comprendo porque las algarabías suelen explotar tras la sorpresa. No lo comprendo, y si me obligaran a intentarlo diría que fingen. La masacre de los indocumentados en México empezó a principios de Lo que empezó esta semana son los grandes titulares de los medios que ni sabían dónde queda Tamaulipas ni qué diablos hace por aquellos lados un indocumentado centroamericano.
Lo que empezó esta semana es el circo. Pero ése se acaba pronto. Ése no dura muchos años, ni muchos meses, ni siquiera muchas semanas. Es mentira lo que dijo ayer Alejandro Poiré, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional de México, el vocero en temas de crimen organizado. Es mentira. Lo sabe hace mucho. Lo dijo el FBI a finales de Lo dijo bien claro. Decía también el nombre y apellido de esa «organización de delincuentes».
Decía también que las autoridades de municipios y estados mexicanos participaban en esos secuestros. Es mentira que Poiré y aquellos de los que él es vocero lo sepan «hace unos meses».
Unos pinches meses, diría un mexicano. Es mentira, como dijo ayer Antonio Díaz, el coordinador de asesores del Instituto Nacional de Migración de México, que en lo que va de han detectado alrededor de siete secuestros de migrantes por parte de organizaciones criminales. Es mentira, porque compartimos mesa el lunes 5 de julio a las 6 de la tarde en la Comisión de Derechos Humanos de la capital mexicana. Y él asintió. Si dejaran de mentir. Supieran que desde Tamaulipas Los Zetas controlan todo un sistema de secuestro de centroamericanos.
Supieran que Los Zetas infiltran a centroamericanos en el tren para detectar a los migrantes que tienen familia en Estados Unidos, a esos a los que le sacan a tablazos los , , 1. Supieran que en cada estaca y supieran que estaca se le llama a los comandos de Los Zetas hay un carnicero y supieran que los carniceros son esos hombres que cortan en trocitos a los migrantes por los que nadie responde y que después los meten en un barril y los queman.
Supieran que en San Fernando no hay periodistas que hablen de Los Zetas ni en Tenosique, ni en Medias Aguas, ni en Orizaba, ni en Tierra Blanca, ni en Saltillo, y supieran también dónde quedan estos lugares porque los matan. Supieran que desde Los Zetas controlan desde Tamaulipas la ruta de los coyotes.
Ustedes han montado esta algarabía para parecer sorprendidos. Ustedes son unos mentirosos. A ustedes ya se les va a volver a olvidar una masacre que empezó en A ustedes sólo hay una manera de despedirlos: nos vemos en la próxima masacre. Es el momento de señalar una cualidad necesaria de la narración periodística. Óscar Martínez es un ejemplo de ese arrojo.
A veces el valor no se nota: se necesita entereza moral para que alguien escriba una crónica sobre un asesinato en el que el principal imputado es el tío del cronista. Y que el cronista no aluda a este parentesco y sí mencione el nombre de ese tío como muy posible principal responsable. Otro ejemplo: en el prólogo de la segunda edición del libro Los demonios del Edén, el poder que protege a la pornografía infantil, Lydia Cacho, la excepcional periodista mexicana, dice: «El viernes 16 de diciembre de , siete meses después de que comenzó a circular la primera edición de este libro, fui aprehendida sorpresivamente por una brigada de judiciales Los judiciales portaban una orden de aprehensión girada por un juez poblano, como resultado de una demanda por calumnia y difamación presentada por Kamel Nacif.
Éste fue el inicio de un largo viacrucis que incluye persecución armada de cuerpos oficiales y no oficiales, secuestro, atentado a su vida, amenazas, prisión arbitraria y un kafkiano, intrincado y costoso recorrido por cortes, jueces y fiscales de varias ciudades de México en el que resultan implicados hasta un gobernador.
Los temas Los grandes capítulos de la crónica latinoamericana son la violencia o la extravagancia. Quieres estar por fuera de la moral convencional para poder oír la voz del asesino, de la madama, de la niña utilizada como objeto sexual.
La crónica es la agente del mito popular, de la nueva estética kisch, de lo cursi, lo extravagante, lo envidiado. Sus protagonistas pueden ser el ídolo de multitudes, la cantante famosa, el futbolista estrella, el que haga alharaca. La crónica lo acepta como mito y ayuda a la mitificación. Pero también es el altavoz de la víctima. A la crónica le fascina la víctima. El momento del despelote, por terremoto o lluvia, por represión o mera y patética violencia para poder sobrevivir. La crónica suspira y desvive por encontrar las razones del asesino, sea el niño asesino o el presidente asesino, el terrorista asesino o la adolescente pistolera.
Hay, sí, un territorio apacible de la narrativa periodística: las crónicas sobre los padres de la crónica o sobre los héroes literarios. Historias de vidas, individuos o grupos, como las de Martín Caparrós y las de Alberto Salcedo que figuran en la primera parte de esta antología. Sin contar las inmersiones por la vía gonzo de Andrés Solano en la vida de alguien que se gane sólo el salario mínimo, o las de Gabriela Wiener en el oficio de swinger. Existen magníficos materiales sobre el periodismo literario de varios de ellos.
Decidí, entonces, dividir el libro en una primera parte, Los cronistas escriben crónicas, y una segunda parte, Los cronistas escriben sobre la crónica, dedicada a recoger algunos de esos textos, siempre con la misma dificultad a la hora de escoger los materiales seleccionados, que es la calidad que casi todos ostentan. Esta antología La aventura de preparar esta selección me ha demostrado que es imposible hacer una antología completa de la crónica latinoamericana del siglo veinte en el formato de un libro cómodo para leer.
Se trata de un filón riquísimo. Hay muchas buenas crónicas, hay excelentes cronistas. He procurado abarcar todos los temas, todos los países, todos los cronistas que se lo merecen.
Pero es imposible. Usé el criterio de la calidad literaria. He procurado hacer un libro de lectura apasionante, con historias inolvidables, espléndidamente escritas. Lo he pasado por el criterio de varios lectores, unos del mundo de la crónica, otros simples lectores viciosos. Y, con esas ayudas, creo que logré un libro que puede llevarse a una isla desierta sin temor a aburrirse, un magnífico libro, gracias a los periodistas literarios seleccionados.
Es, también, y contra mi voluntad, un libro injusto. Injusto porque hay muchas crónicas que cabrían aquí perfectamente sin demeritar el nivel de lujo que ahora tiene. Crueldades del formato. En el aire se sentía la humedad de la brisa que venía del río Magdalena. Por momentos, parecían copos de nieve que habían caído del cielo de forma inverosímil y repentina en aquel paisaje del trópico.
Nos demoramos varias semanas. Se tomó un trago de soda para la sed porque la tarde seguía muy calurosa y luego agregó: —Yo no sé que es lo que tiene la gente conmigo.
Esta semana me dijeron que había salido en una revista gringa Creo que, si no me equivoco, dizque era la revista People Les ofrecí a todos mis trabajadores y también a mis amigos diez millones de pesos por esa revista y ya han pasado dos semanas y hasta ahora nadie me la ha traído La gente habla mucha mierda.
Pablo Escobar hablaba con seguridad, pero sin arrogancia. Escobar mandó a un piloto por el viejo y lo trajo hasta la hacienda para mostrarle lo que hacía con los animales: soltarlos para que crecieran en libertad. Las carreteras daban vueltas, e iban y venían de un lugar a otro de forma caprichosa porque ya Escobar tenía en mente la construcción de un gran zoológico con animales traídos de todo el mundo.
Cuando el Instituto Colombiano Agropecuario ICA se los decomisaba, por no tener licencia sanitaria, Escobar enviaba un amigo a los remates. Allí los compraba de nuevo y los llevaba de regreso a la finca en menos de una semana. En ese viaje lo acompañaron varios parlamentarios colombianos de los dos partidos.
Por este motivo, fuerzas especiales allanaron el edificio y detuvieron por un rato a varios asustados congresistas del Partido Conservador, que se habían acostado temprano. Los senadores, ya vestidos de pijamas, fueron requisados minuciosamente junto con sus equipajes. La entrevista con Pablo Escobar la ordenó Enrique Santos Calderón, columnista del periódico El Tiempo y en esa época director de la edición dominical.
La conseguí con la ayuda de un locutor de radio de Medellín que tenía un programa muy popular y que había empezado a trabajar con Escobar como jefe de prensa. Todo esto lo refutó Pablo Escobar ante los periodistas. Los guardaespaldas de Escobar me llamaron al día siguiente y me propusieron encontrarnos en la población de San Luis, a donde yo tenía que viajar para acompañar al entonces gobernador de Antioquia, Nicanor Restrepo Santamaría, a la inauguración de la escuela Juan José Hoyos, que lleva ese nombre en memoria de mi abuelo, un maestro de escuela del oriente de Antioquia.
Yo, por supuesto, no estaba tranquilo. Había tenido noticias sobre la amabilidad con que Escobar atendía a los periodistas, pero también sabía que todos sus empleados temblaban de miedo cuando él les daba una orden. Abandoné el acto y en uno de los corredores de la escuela encontré a un hombre moreno y de apariencia dura cargando a mi hijo.
El hombre me miró con una sonrisa. Tenía cara de asesino. Nadie tuvo que explicarme que era uno de los guardaespaldas de Pablo Escobar. De inmediato fui a buscar a Martha, mi esposa, y le dije que ya habían llegado por nosotros. En menos de un minuto abordamos mi carro, un pequeño Fiat que los hombres de Escobar miraron con desprecio. Ellos subieron a una camioneta Toyota de cuatro puertas, con excepción del hombre con la cara de asesino.
Él nos dijo que quería acompañarnos en mi carro para que no nos fuéramos a envolatar. Cuando encendí el motor del auto y vi por el espejo retrovisor la camioneta Toyota con esos tres hombres, todos armados, me di cuenta de que estaba temblando.
El hombre con cara de asesino trató de serenarme. En seguida abrió un morral que llevaba sobre sus piernas y sacó un teléfono satelital Aquí vamos con el hombre. Todo Ok. Estamos llegando en media hora. Cuando cruzamos el alto de La Josefina y empezamos a descender hacia el valle del Río Claro me fui tranquilizando poco a poco viendo por el espejo retrovisor cómo mi hijo jugaba con su madre. Si le huelo a aguardiente al Patrón, me manda a matar. Nos detuvimos un par de minutos en una fonda junto al Río Claro.
Yo bajé solo del carro y me tomé dos tragos. La primera cosa que me impresionó fue la avioneta que estaba empotrada en un muro de concreto, en lo alto de la entrada. La gente, que siempre habla, decía que ésa era la avioneta del primer kilo de cocaína que Escobar había logrado meter a los Estados Unidos.
Empezamos a ver los hipopótamos, los elefantes, los canguros y los caballos que corrían libres por el campo verde. Mi hijo le dio de comer a una jirafa a través de la ventanilla del auto, con la ayuda del guardaespaldas. En cada puerta, el guardaespaldas mostraba una tarjeta escrita de su puño y letra por el patrón.
Era un Ford o un Dodge de los años treinta y estaba completamente perforado por las balas. Era el carro de Bonnie and Clyde. Al final estaba la entrada a la casa principal de la hacienda.
Bajé del carro, otra vez asustado, y alcé a mi hijo en brazos. Martha abrió la maleta del Fiat y bajó el equipaje. Lo primero que encontré caminando hacia la casa fue una ametralladora montada sobre un trípode. Me dijeron que era un arma antiaérea. En la piscina, dos hombres se bañaban. Uno de ellos era un poco entrado en años. Por los uniformes y las insignias que habían dejado al borde de la piscina me di cuenta de que eran dos coroneles del ejército.
En ese momento apareció Pablo Escobar. Me saludó con una amabilidad fría, pero llena de respeto por mi oficio y por el periódico para el cual trabajaba. Es cierto que el semen tiene nutrientes que derivan de lo que comemos, así que, culinariamente hablando: no, no es malo. Es por esto que, si quieres hacerlo, lo mejor es asegurarte de que tu compi de juegos se ha hecho las pruebas de detección de ITS y no tiene ninguna.
Cada persona tiene sus preferencias y límites. Dieta equilibrada: el cacao o los frutos secos, gracias a su alto contenido en zinc, mejoran la calidad del semen. Estas sustancias las puedes encontrar en el salmón y el aguacate, por ejemplo. Usar ropa interior de algodón y holgada para favorecer la transpiración y la libertad de movimiento.
Una eyaculación normal sería como una cucharilla pequeña de café, que corresponde a una cantidad de entre 1,5 y 5 mililitros. Salí del agua, y oi a lo lejos una voz masculina que me resulto familiar, me fui acercando y no pude reprimir mis instintos mas salvajes. Me acerque a el y sin pensarlo le bese apasionadamente. El respondío de la misma manera. Así que nos dejamos llevar por la lujuria del momento.
Cuando recuerdo aquella noche todavía me evoca sensaciones desconocidas para mi. Aunque era un hecho ambiguo y confuso, yo me escabullia cada noche para encontrarnos. Tan solo duro unos días del mejor verano de mi vida, no pense en volver averlo nunca mas, fue una de mis mejores fantasías, hecha realidad.
Hasta que me han presentado al nuevo Director de la Empresa en la que trabajo, continuare desempeñando el trabajo de secretaria de Dirección. Nuestra aventura puede que continue al final de la jornada de trabajo.
El es mi nuevo jefe. Isabel Saez García onomatopeya profunda. Todo es ambiguo. Ramom Gris Jacobacanal Estos traqueteos, estos vaivenes de una multitud sudorosa Miraba de reojo aquellos rostros tan similares y animados. Pensaba: cómo se agolpan los efluvios, las tensiones, las esperanzas Absurda palabra. En fin, ya se ve la luz de mi parada. El tren irrumpió en un espacio iluminado. Allí lo aguardaba una inmensa figura de ambiguo género, desnuda y radiante.
Hizo un extraño gesto entre invitación y bendición, y el tren volvió a la oscuridad. Jacobo contuvo la respiración y cerró los ojos durante muchos segundos.
Al abrirlos, no le sorprendió ver a los que le rodeaban coleando de actividad. Caían al suelo amontonados, besando, mordiendo, frotando, penetrando, llenando el pequeño espacio de salvajes alaridos de placer y libertad, al ritmo de los rieles, que parecía la risa oscura de un dios Este agradable delirio duró unos minutos, a cuyo término Jacobo se bajó del tren, pausado y pensativo.
Claramente, se había equivocado de tren. Cuando entró nunca pensó que su forma de ver la vida fuera a cambiar. El principio las fotos eran siluetas en sombras, donde las curvas de la modelo eran marcadas por el gran contraste. La sensación de placer y bienestar que trasmiten, penetraba en su cuerpo a través de sus ojos, estos soltaban un brillo de excitación podía sentir.
Es soberbiamente increíble,ambiguo de sexo y placer La voz muy suave,hizo que su cuerpo se ruborice, sintiendo por un momento que las mujeres de la imagen le hablaban a ella, por un solo segundo, su piel se puso tensa, un latigazo de corriente recorrió su cuerpo desde el cerebro al pubis, sintió un cosquilleo tal tensión, como si se concentrase el mayor de los placeres en un ínfimo espacio de tiempo.
Las fotos fueron abriendo su ambigua personalidad. Notó la mano de su acompañante buscaba entre su vestido, si apenas resistir, la frías manos comienza acariciar sus muslos, logrando abrir ligeramente sus piernas, maestría con la que separaba su tanguita de su piel su cuerpo La noche, las centelleantes luces fueron llenando el cuarto, los golpes del Flash marcaban cada orgasmo, cada foto para la siguiente exposición.
Herma Y vio tu nombre Sonó el teléfono y se me cortó. Dime guapa, me reí, pero no dijiste nada. Sabías que no estaba solo y eso te gustaba. Volví a la habitación, ella miraba como si hubieran llamado sus padres. Le dije a ella que no, que no era nadie, y dejé el teléfono con la línea abierta junto a la cama. Te puedo abrir los labios, le dije, y me preguntó qué labios. Cogí el móvil con la mano derecha y con su teclado rugoso le empecé a acariciar el muslo izquierdo.
Tu podrías sentir sus poros, las estrías de su piel al otro lado. Ella cerró los ojos y se mordió el labio mientras giraba la cabeza. Seguí avanzando entre su vello, la antena del móvil descubriendo sus labios Sí, Sí, Sí Ella había cogido el teléfono y me miraba contrariada.
Pulsó en rellamada y vio tu nombre: "ambiguo". En un sentido igualmenete poco claro, el autor prosiguió hablando de esa especie de fogosidad superlativa achacable al género femenino. Fernando del Val Sanz Rhama Es ambiguo, sí, toda ambigüedad. Pero me vuelve loco.
Todas las mañanas, cuando llego a trabajar, me conecto a su servicio. La Red ha creado un nuevo tipo de patología, la de los adictos a un tipo de sexo frío.
Y llega un momento en que parece que no disfrutes de otra forma, en que necesitas el sexo virtual como el que precisa respirar para no ahogarse. Parece un robot programado para estar allí a la misma hora, que no padece de catarros ni enfermedades.
Rhama, cubana y mestiza, comienza a desnudarse poco a poco delante de su webcam. Los minutos vuelan y sé que mi tarjeta de crédito tiembla con cada segundo que pasa. Pero el tiempo parece haberse detenido. Le da igual. Accede a los deseos de todos, disfruta satisfaciendo los sueños eróticos de unos cibernautas intangibles. Se moja los pezones, los estira. Se introduce vibradores de todos los tamaños.
Utiliza bolas chinas. Es insaciable. Me pregunto cómo puede hacer eso todos los días, durante siete horas seguidas, sin perder la sonrisa. Carlos Mesa Andres Habiamos quedado a eso de las cinco de la tarde en la terraza del cafe de la esquina del puerto. Fernando Camara ANA Me despierto y te veo a mi lado, desnuda, indefensa y a la vez todopoderosa, bajo la luz del amanecer. Ana, nombre con una a en cada lado, como tus pechos rotundos y sabrosos, primera letra del alfabeto, leche inauguradora de la vida, calor inicial.
Lo contingente, lo ambiguo y lo complejo se quedan fuera de nuestra cama y de nuestras vidas. Nuestras miradas no dejan resquicios a la duda. Pero eso todavía no ha pasado y yo sigo mirando tu cuerpo desnudo. Miguel H. La metamorfosis Al despertar, el señor K. El señor K. Al volverse se quedó de piedra al comprobar que era su mujer, su boca era una gran sonrisa de inconmensurable placidez, de alegría que le desbordaba su boca y marcaba sus divertidos hoyuelos.
En ese preciso instante, al señor K. Una de las botellas de whisky se derramó sobre el parquet cuando el mayordomo, vestido con unas bragas transparentes de la mujer del señor K. Obedezco, suspiro jadeamos. Nos queremos besamos y rozamos. Los ojos del deseo tienen dueña y esa eres tu. Es justo en este momento cuando me dices NO, acaso no es ambiguo este NO. Tras diez años de matrimonio nadie ponía en duda el amor entre Tony y Marta; pero era sólo eso, amor.
Hace tiempo que la atracción física habia desaparecido, se habían amado tanto que sus cuerpos habian trascendido y ahora hechaban de menos el desenfreno carnal Era una noche muy lluviosa, sólo el gemido inconfundible del placer turbaba la quietud de la casa. Mientras los dos cuerpos desnudos se fundían, en la habitación se hacía patente una sensación de creciente extasis total, era un sentimiento ahogado, ambiguo, que provenía de detras de las cortinas; no eran sus manos, ni sus labios, ni su torso desnudo pero si su alma, y mientras observaba, sentia que eso era suficiente Las hojas del periódico se comban por el aire que acaba de dejar colar la entrada de la cafetería antes cerrada.
Levanto la vista por encima del diario y mis ojos encuentran cobijo en la figura de la chica que acaba de entrar. Sigo leyendo Veintitantos años, y va y se pide un vaso de leche Miro como coge el vaso, sigo la delicada trazada de los nudillos de su manita de gorrión.. El vaso se posa en sus labios amor frambuesa.
Sobre la comisura de su boca ha quedado un hilillo de leche. Saca de paseo su menuda lengua y lentamente repasa el blanco de lado a lado. Lo hace en dos segundos, nadie se ha apercibido salvo yo Desprendo la mirada de la rubia y lentamente asevero: Porras Pepe, hoy tocan porras Dueñas Empezó por escaparse de allí.
Llevaba demasiado tiempo esperando, ya sabes, una llamada, una carta, a veces envían el futuro dentro de un sobre. Cuando subió al coche apenas podía respirar y allí estaba ella, la que no iba a salir nunca de aquel cuartucho de carretera, solo una noche cariño,una noche y lo dejas. Tres años. Ya no recordaba qué se sentía, necesitaba algo oscuro sin un talón de por medio. Tres horas de carretera. Bajó del coche. En la barra estaba el perfecto deconocido, el hombre que no la iba a prometer nada.
Lo miró mientras se mordía el labio inferior. Él asintió con los ojos. Un fuerte portazo, el cerrojo de seguridad y el hombre que se acercaba. Ella abrió el grifo y mojó su camisa, mientras todo iba despacio, y los botones cedían. Acarició su cuello y fue bajando, una leve presión y luego la boca, el ombligo. La falda desapareció mientras ella arañaba la espalda.
Nada era ambiguo. El cuerpo se mecía hasta que todo se volvió rojo y se aferraba con los ojos cerrados. Después subió al coche. Y quedó allí un hombre sudoroso que esperaría en la misma barra al adueña de todo lo que soñaría aquella noche. Josefina La metamorfosis Al despertar, el señor K. Levantas la mano y ellas te llevan. Aquí lo tienes. En la barra, piernas desnudas resbalan por tu cuerpo, lenguas mojadas te hablan al oído, manos inquietas Otro gyntonic, Boyer.
No va usted a subir con las chicas. Hoy no, Boyer, hoy no. Miranda Echeverría Ambiguo Te esperaba vestida de hombre. Siempre alardeaste de ser ambiguo. Me acariciaste los labios mientras me atabas las manos y vendabas los ojos.
Ceñiste mi cintura con rabia y apresaste mis pezones. Ansiaba que siguieras ,que no pararas, que mordieras fuerte, sin miedo, que me arrancaras la piel con la lengua, con los dedos, con los dientes. Mi grito te enardeció, me desataste y pusiste boca abajo contra la escalera.
Recorriste mi espalda enloquecido, sepultaste los dientes en mis nalgas. Por primera vez tu quejido, muy hermoso, mientras susurrabas en mi oído lo que deseabas que te hiciera con mi boca. Cerraste los ojos para sentir. Introduje un dedo en tu culo mientras saboreaba tu glande, mordisqueaba, succionaba, tragaba. Con un grito me rogaste que parase, que no querías correrte, que esa tarde querías poseerme, arrancarme el goce, quererme.
Y lo hiciste. Lloré, el dolor era intenso. Ibas a retirarte, pero te supliqué que no lo hicieras. La intensidad de los golpes aceleraba mi deseo. Ya no sentía dolor, sí un placer extremo. Gemí que me corría, y entonces paraste. Ardía cuando te retirabas, pero al percibir tus manos separando mis labios y acariciando mi clítoris, te esperé.
De un golpe seco, sin misericordia, penetraste mi vagina. Todo lo que había que hacer, lo hicimos aquella tarde. Puta, dijiste. Virtudes Ciudad Marcada Su pasado era oscuro. Su presente, ese gran amigo que todo lo ampara, frío y ambiguo. Su matrimonio una cascada de insensatez y falta de amor. Esas caricias por diseñar, esos cuerpos por cubrir, esos pechos por palpar, esos coitos realizables. No podía ser normal pero ellas lo pedían a gritos. También querían dejar sus vidas y venirse con él a construir un mañana mejor.
Las mujeres son extrañas, pensaba. Me incitan continuamente a llevarlas a mi casa pero cuando lo hago chillan y no quieren venir. Volvió a blandir su cuchillo.
Puede que no sea follar lo principal. La ciudad seguía fuera jugando con cartas marcadas. Pero desnudos y bajo los reflectores, el director les dijo que "si a tu novio no se le pone dura, entra uno de los nuestros". Se miraron con alarma. Necesitaban el dinero. Ella lo mordió blandamente y le masturbó con los pies.
El se retiró sintiéndose un traidor. Se cruzó con el reserva, que tironeba de una polla que no dejaba de crecer. Desde el camerino creyó escuchar gemidos. Ella apareció al poco, con el dinero y sin gota de sudor. En los días siguientes charlaban con desesperación, pero dormían de espaldas. No hubo respuesta. La cinta llegó en un sobre amarillo, el mismo día que ella habló de la separación. El no comentó nada y espero que ella durmiera para sacar la cinta del sobre.
Pulso Play. Dejo pasar los créditos. Entonces apagó la video. Fue al dormitorio, se tendió a sus espaldas y la abrazó hundiendo la cara en su cabello hasta que el amanecer dejo de ser un destello ambiguo. No había parado de mirarme a los ojos, lo que aumentó en mí una sensación de profunda entrega.
Me mecía entre sus brazos, como quien mece a un niño mientras le cantan un son de cuna. Me sorprendía cómo averiguaba mis deseos antes de que surguieran,cuando ni siquiera me había atrevido a imaginarlos. Comenzó a descubrirme secretos ocultos mientras hacía rodar sus labios por cada centímetro de mi piel.
Después de meses sin vernos había dejado de convertirse en una sombra jadeante escondida en mi cuello,lo que me hacía sentirme realmente plena. Cuando no sabíamos dónde empezaba el uno y donde acababa el otro -ambiguo enredo de brazos, piernas y ojos- me susurró al oido que esta vez las cosas serían diferentes.
Para mí ya lo eran, pero algo de repente cambió el ritmo de todo. Encendimos un cigarro, el cenicero estaba en la mesilla de su lado. La ceniza de mi cirgarro comenzaba a curvarse, de repente se giró y vació su ceniza. Supe enseguida que hay cosas que nunca cambiarían. Oscar Luviano Viaje a Cazalla Juan llevaba un minuto sin ver nada. La reverberación perduró minutos después de su desmayo. Quedó lacio, pegado al respaldo como un chicle usado.
Le toqué la cara. Puedes pensar que es él el que me desnuda y me acaricia y me muerde y me excita y me posee hasta el dolor, hasta la extenuación, hasta hacerme gritar porque yo quiero disfrutar de ese placer tan profundo, tan intenso, que me hace perder la cabeza y a la vez quiero ser consciente de todo lo que recorre mi cuerpo. Cristina Invitación en el metro Nuestras miradas se cruzaron fugazmente en el vagón del metro. Yo iba despistado, sin pensar en nada concreto, atolondrado en mi asiento después de diez horas enfrente del ordenador.
Hasta entonces no había percibido su presencia, pero la mirada furtiva de aquella chica me había despertado. No fue como otras veces, cuando forzando la situación buscaba la mirada de otras mujeres para intentar flirtear. Ésta vez no. No me lo creía y de ahí mi humillante reacción. Agaché la mirada como un cervatillo indefenso. Pero tras unos segundos de duda, auné fuerzas, y levanté la cara buscando su rostro.
Ahora ella estaba leyendo un libro. Aproveché para detenerme primero en su pelo, lacio y negro como las crines de una yegua, que caía con dulzura sobre unos hombros descubiertos. Seguí bajando, y tras observar su suntuoso cuello blanco, descubrí sus senos, voluminosos pero firmes, que parecían querer saltar de aquella camiseta apretada.
De repente, alzó la vista de su libro. Yo sabía que aquello era sólo una coartada. Le eché arrojo y clavé mi vista en la suya. Uno, cinco, diez segundos, no lo sé, hasta que me hizo un gesto ambiguo enarcando su ceja izquierda. Boris La obsesión de Fernando Tras seis meses de un ambiguo noviazgo, Teresa y Fernando se encontraban sumidos en un aburrimiento perpetuo en el que no tenía cabida ninguna fantasía sexual. Sin embargo, Fernando tenía dentro de sí una fantasía que consideraba irrealizable y que a la vez le atemorizaba llevar a cabo con Teresa.
Después de mucha insistencia por parte de Fernando, Teresa accedió a acompañar a su novio un domingo por la mañana a las oficinas donde Fernando día a día desempeñaba arduamente sus cometidos. Ricardo Plasencia Amanecer Ella le guió a través de su cuerpo con delicadeza como si temiera que algo fuera a romperse dentro de él en cualquier momento. Cada roce de sus cuerpos, cada beso le provocaba un escalofrío mezcla amarga de miedo y éxtasis.
A la mañana siguiente cuando ella despertó sintió un escalofrío. Junto a ella yacía él. Y en su rostro un ambiguo y terrible rictus. Ya sé que esta definición presupone una orientación bisexual. Pero no, no es eso. Si fuera bisexual diría que soy bisexual.
Pero soy ambiguo. Me explico. El otro día estaba en el café de mi plaza, una plaza cualquiera en una ciudad cualquiera del norte de este país.
Alguien diría de forma invertida, pero en este contexto no sería apropiado. Eso demostraba un vago interés.
Sus pechos eran firmes y abarcables a una mano grande como la mía. La camiseta denotaba un bamboleo impropio de pechos operados. Las caderas, qué caderas! No dejaban lugar a dudas, prietas y firmes como las de una amazona experta. Qué labios y que ojos.
Pues porque tengo un problema, y es que soy ambiguo. Manuel Gimenez Cotidiano? Ella seguía con su juego moviéndose a mi alrededor con sus herramientas en la mano derecha. Sus pechos se balanceaban suavemente cerca de mis ojos, el olor de sus axilas me inundaba en algunas de sus maniobras mientras yo me concentraba en cada uno de los poros de mi piel para retener el placer anhelado.
De repente, todo se desencadenó, extendió su mano, empezó a tirar, al principio fue un poco brusco, lo estaba agarrando con toda la mano izquierda, buscando la raiz para que nada escapara, entonces abrió los labios clavando sus ojos en los mios en los que buscaba una complicidad que yo ya no le daría. La situación ya no era la misma, el sudor inundaba mis dudas Y por fin, con un suspiro, cortó.
Nunca ha estado con una mujer. Pero hoy es diferente. Es media tarde y vuelve a su casa de la mano de la mujer de sus sueños. Es exhuberante. Rubia, alta, intensos ojos azules que le miran fijamente de modo sugerente. Sube apresuradamente las escaleras de su portal hasta llegar a su domicilio. Sabe que sus padres no le van a interrumpir. Sus sudorosas manos hacen presa en su amada pero a ésta parece no importarle. Atraviesa impaciente el umbral de su habitación.
Ni su mirada ni su deseo han cambiado. Se despoja de su ropa. No puede disimular su excitación, pero le asalta un ambiguo sentimiento. No se detiene, sigue adelante. Ella es complaciente, tal y como había imaginado. No dura demasiado.
Cabizbajo, vuelve a la realidad. Abrí mis ojos muy despacio y enredé la mirada en esa inmensa noche que nace entre tus ingles. Los cerré nuevamente y escuché ya cercanos los ruidos del deseo fluir por tus entrañas. Luego, sediento y sin espacio aspiré a bocanadas los vahos de tus contornos. Y mientras alegre por tus quejas, recogía con mis labios las nieblas de tu sexo sentí a mis espaldas abrirse paso torpemente su cuerpo sobre mi cuerpo.
Un sentimiento ambiguo hizo girar mi cabeza y al instante murió en mi el poeta, nació el profesional y ya dentro de mi sonreía, congestionado, tu marido. La casualidad, o vaya usted a saber qué otra cosa, quiso que A. A miró a O. La tumbó sobre el suelo de la noche. Retiró de su cuerpo una tilde incómoda. Todo acababa de consumarse. Nocturno El ventilador del techo a duras penas se movía y a través del balcón entraba fuego. En un cenicero una pavesa lentamente se extinguía. Sobre la mecedora mi ropa dormitaba y en el televisor mudo un político hacía mimo.
La mulata —o lo que fuera- tomó tres de los grandes de mi cartera abierta, cruzó la puerta y me lanzó un guiño ambiguo de reojo. Sus muslos, desnudos, sentían la suavidad de su roce, delicado, y un cosquilleo trepaba por sus piernas para dejar un poso de excitación en la sed de sus labios.
El cabello rubio, suelto, acariciaba el aire con cada giro de cintura que dabas en busca de una cajetilla.
Eras mi sueño. Recuerdo que pensaba lo ambiguo que resulta todo cuando es inalcanzable. Horas después salías, me despachabas hacia la calle cariñosamente y cerrabas. Yo te veía deslizarte por la calle, con tus caderas rebeldes, junto a aquel afortunado, sintiéndome una hormiga.
Miraba alejarse tu falda y tragaba saliva. Me marchaba con mis humos y al día siguiente volvía a fumar, a adorarte. Tiene los mismos ojos, tus mismos senos. Mirando, soñando. Gustavo Erein Anticiclón Sentada frente al televisor aguardaba impaciente el final del informativo.
Faltaban diez minutos para las ocho de la mañana. Se había puesto el conjunto azul, que le subía ligeramentre el pecho, y un poco de perfume. Inquieta, sintió cómo se le secaba la boca, cómo el deseo aceleraba su pulso. Resistió el impulso de acariciar su propia piel, y cambió el canal tratando de distraerse. Encendió un cigarro y lo apagó tras dos caladas. Al levantar los ojos del cenicero vió que por fin estaba allí.
El hombre del tiempo comenzaba a dar el parte, terminando con el mensaje que solo ellos dos comprendían, utilizando su acostumbrado tono ambiguo: parece que esta jornada tu y yo vamos a pasar mucho calor. Ana gómez Pegada a la pared Me mirabas, me mirabas con insistencia, con esa mirada penetrante, con tus ojos de niña y a la vez de hermosa mujer, tu gesto, nada ambiguo, denotaba cuanto deseo eras capaz de despertar.
Algo sonó en mi cabeza, me agité, sentí que caía. Abrí los ojos y te ví, estabas allí, inmóvil, pegada a la pared,seguías mirando, pero estabas en el poster de mi habitación. El reloj continuaba sonando y lolnacé contra el sillón con rabia. Me levanté, miré a poster y salí a trabajar llevandome mi frustración. Deuda negociada y aceptada, deuda reclamada y ofrecida, deuda ensayada, imaginada, disfrutada y no cobrada.
No ha sido éste un ambiguo trato. Nos reclaman otras deudas impagables contraídas que, hasta ahora, ambos hemos respetado. La ropa medio caída para descubrir el paso, el camino de su carrera. No lo ví desnudo. En arrebatos de locura lanzaba mi mano pequeña en busca de su sexo palpitante y él siempre la detenía desviando mi trayectoria. La desesperación me elevaba entonces.
Me faltaba la respiración y tragaba su saliva y respiraba entonces a través de su garganta. Cuando en sus bocados lo notaba ambiguo, cuando la eléctrica sacudida me sumía en aquel bamboleo pendular, de mis aberturas todo fluía: "panta rei"… me desplomaba sobre sus brazos. Recogía los restos que de mí quedaban y los atesoraba, chupando sus dedos con succiones de niño pequeño, y oliéndolos después con intensidad. Se relamía de gusto y me besaba con calidez y yo iba volviendo en mí a través del alimento que tomaba de su boca, mezcla de su sabor y el mío.
Quien, yo? Ambiguo, quien? Y todos los domingos a cabalgar Me abres la bragueta delante de mi santa madre, me metes pie por debajo de la mesa en las comidas familiares, restriegas tu culito contra mi cuando tu padre nos recibe en la puerta, me clavas las tetas en la espalda y me pellizcas el culo delante de mis hermanos.
Tengo que dormir con el morro metido en tu vello pubico o bello pubis, que no es lo mismo pero es igual. Me has obligado a tener el kamasutra como libro de cabecera, me se la postura del pino supino y te dejo practicar la de la mariposa que fue al mercado y derramo la leche. Me pincho esteroides en la polla y me pongo electrodos para que se ponga musculosa. Tengo el capullo en carne viva de tanto follarte y porque has descubierto un bote de vaselina al lado del varon dandy me preguntas si no sere ambiguo?????!!!!!
Bueno si, tambien es verdad que ultimamente el carnicero me escribe versos y me manda rosas XXX El tiempo se paró Sus labios se movían dulcemente sobre mi cuerpo.
Los poros de su barba rozaban con aspereza mi piel sensible. Nunca imaginé llegar a este extremo, nunca me atrajo un hombre. La incomodidad del coche me impacientaba. Luis recorría con su boca mi lóbulo derecho, con suavidad, con una dulzura extrema.
Su mano izquierda rozaba mi paquete y comenzaba a introducirse por los slips, los cuales no podían soportar la presión de mi miembro, que se mostraba rebelde como un niño sin golosinas. Me sentía incómodo, sin embargo mis manos se fueron directas a su trasero.
De pronto preguntó. No sabía qué responder. Nunca había estado con un hombre, pero mi Elena, era mi Elena. Dije titubeando. Carpe Diem, me dije, y con un movimiento brusco le desabroché todos los botones. Él se giró y comenzó a manosearme todo mi pene con un movimiento suave. Mi excitación crecía y trataba de imitarle buscando la mejor postura.
Tras lentos movimientos conseguimos una posición cómoda, su miembro entre mis manos, el mío en su boca.
Esta sensación era nueva para mí. Me resultaba dulce, sensible, erótica. Nunca conseguí que Elena lo hiciera. En estos momentos no pensaba en nada, estaba muy relajado, mientras sentía cómo me recorría un escalofrío de pies a la cabeza. El tiempo se paró. El Barquero de la Centena Es curioso que me digas eso - Es curioso que me digas eso. Es algo que siempre me ha erotizado: una mujer desnuda sobre la cama al atardecer, y la sombra de la persiana rayando sus senos, sus piernas Y yo no quiero Permanece en esa postura.
COmo una sonrisa. Y respóndeme. No saben nada. Nunca me vieron,noche tras noche, mirar por la ventana,velando que llegara,encendiera la luz y comenzara a desnudarse.
Después, sentada al borde de la cama, de frente a la ventana, frotaba con una crema blanca sus senos, sus piernas perfectas, sus muslos. Luego,de pie ante el espejo, de espalda a mis miradas,cepillaba su hermoso pelo negro. Al final, como una pluma al aire, se acostaba desnuda en la cama y se acariciaba con dulzura. A veces,durante las caricias, el cuerpo de costado,sus piernas apretaban sus manos y toda ella temblaba levemente. Ahí acababa todo, hasta el día siguiente.
Asi sucedió durante meses. Ese era el nombre del bar que resplandecía intermitente en una calle oscura e inhóspita de Bruselas. Una insana curiosidad me arrastró a su interior. Una nube de humo danzaba caprichosa sobre un bosque de rostros masculinos. Nadie dijo una palabra.
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